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A primera vista, podemos pensar que si se hizo una cesárea a una mamá, el bebe no pudo sufrir a nivel craneal. En realidad, debemos observar que hay dos tipos de cesárea, que no tienen los mismos efectos a nivel craneal, pero que siempre deberían conducir a un control craneal.
Primero, la cesárea prevista: aquí el cráneo del bebe no sufre ninguna fuerza por causa de un atraso en una intervención quirúrgica, o por un parto largo y difícil. En cambio, el cráneo no hizo ese trabajo normal y fisiológico a través de la pelvis de su mama. Consecuentemente, no tuvo el modelado obligatorio que provocan las solicitaciones y estimulaciones necesarias para el buen desarrollo de sus puntos de osificación craneales. De ahí tenemos posibilidades de varias lesiones, bloqueos y retrasos en el crecimiento.
En el segundo caso, la cesárea no prevista desde el comienzo se efectúa con urgencia porque el desarrollo del parto no se realiza normalmente. En este caso, par cualquier razón, el cráneo fetal va a sufrir consecuencias imprevistas: las consecuencias de un parto difícil. El obstetra decide con urgencia la intervención para evitar lo peor al niño y a la mamá. Para preparar la intervención se necesita un cierto tiempo: hay que dar una anestesia a la parturienta y realizar la cesárea. El tiempo pasa. Mientras tanto, las contracciones uterinas siguen su acción a pesar de los medicamentos que intentan inhibirlas. La cabeza fetal y el feto quedan bloqueados y esperan su liberación. El cráneo, apoyado contra la pelvis de la mamá o bloqueado por un espasmo muscular que no permite su progresión recibe compresiones, tensiones y modelados demasiado vigorosos y asimétricos.
Luego, el cirujano llega y lo libera de su cárcel, pero durante todo este tiempo, estas fuerzas anormales se imprimieron sobre el cráneo frágil del bebe. Y las distintas fases del parto que no se puede producir no permiten, por otra parte, el modelado fisiológico del cráneo. Entonces, en ambos casos, la prevención se impone por una visita de control a un osteópata.
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